Este libro es un fabuloso compendio de críticas acompasadas pergeñadas por Manuel García Viñó, la cara visible de La Fiera Literaria. De la crítica acompasada ya hablé en su momento (aquí puedes encontrar algo más sobre ella) y no puedo sino reafirmarme en mi elogio: es, sin duda alguna, el método ideal para revelar la paupérrima calidad de los productos pseudoliterarios con cuya publicidad (explícita o implícita) nos bombardean los medios de comunicación.
El libro contiene críticas acompasadas de Las edades de Lulú (Almudena Grandes), La pasión turca (Antonio Gala), El invierno en Lisboa (Antonio Muñoz Molina), Mañana en la batalla piensa en mí (Javier Marías), Mientras vivimos (Maruja Torres), parte de La hija del caníbal y de El corazón del tártaro (Rosa Montero), Una palabra tuya (Elvira Lindo), Todas las almas (Javier Marías), Malena es nombre de tango (Almudena Grandes) y Un calor tan cercano (Maruja Torres).
Pág.44: «En fin, que por todas partes se asaeta al lector con manifestaciones acerca de “un amor grandísimo”, de “una gran pasión”, que él, sin embargo, no ve que los personajes vivan. Por muy reiterativa y hasta pesada que se pone Desi en su monótono relato. Alguien se imagina a Romeo, ante una actitud de Julieta que no comprende, preguntándose, como Yamam: “¿Qué bicho le ha picado a ésta?” (En madrileño de Arniches, por ende). O a Julieta gritándole a Romeo, cuando éste la penetra hasta las bolas: “¡Torero, torero!”, como grita la Desi a su turco?»
Pág.117: «Pág.127.- Como ya hemos señalado, algunas de las comparaciones muñoztarras alcanzan, y hasta superan, lo ridículo: “De otra puerta, más al fondo, salió un hombre ciñéndose el pantalón con una cierta petulancia, como quien abandona un urinario”. ¡Qué bien visto está! Lo primero que se le nota a quien no mea en un urinario, sino en su cuarto de baño, es su falta de petulancia al aparecer por la puerta.»
Pág.204: «Pág.324. - Sentencia mariasna de filosofía neocatecumental: “nadie hace nada convencido de que está mal hecho”. ¿Nadie, Marías? ¿Ni el que pega un tiro en la nuca a un inocente? ¿Ni el que se apodera de lo ajeno? ¿Ni el que se tira un cuesco en el Senado? ¿Ni el que viola a su tía Remedios, aprovechándose de la pesadez de sus siestas?»
Pág.206: «Pág.341. – “Cogió mis cerillas y con una en la mano grande...” ¿Qué significa esto? Nada nos habrías dicho, Marías, de que Deán fuese asimétrico; de que tuviese una mano más chica que la otra.»
Pág.235: «Pág.50: “Jordi apareció en su vida ornado con los atributos necesarios para que la sempiterna historia de enamoramiento y desgarro volviera a repetirse”. Parece como si estuviera copiando del prospecto de un tarro de abono para macetas.»
Pág.241: «(60) [...] Id. – “Una vez jodieron sentados sobre una alfombrilla que tenía tejida la imagen del papa, con la paloma del espíritu santo (sic: falta de ortografía común a las bestselerradas progres) encima del bonete y la cúpula vaticana al fondo”. Pero ¡qué valiente, progresista e izquierdona es esta lumbrera! ¡Y Fidel que no se atrevió a rascarse una nalga delante del pontífice!»
Pág.261: «Pág. 132, 133, ants. Y ss.: Dedicar más de una página en quitar barrillos de la nariz, aplicar cremas al cutis, cortar el pelo y un montón de cosas más –entre ellas, poner “el Violín concerto in G de Mozart en la minicadena del baño”, no diré que, como desastre literario, sea insuperable, porque lo que viene a continuación lo supera. Búscalo, lector masoquista y reincidente, y satisfarás tu vicio para varios meses.»
Pág.271: «Capítulo IV [...] Pero más nos interesa aún lo que aprendió en poco tiempo: “a emborracharse en Semana Santa” [...], a comer gallinejas y a joder como los perros en el servicio de un bar”. El sentido del sexo que tienen Torres, Grandes y Lindo es así verdaderamente: perruno. Y su sentido de lo erótico, nulo.»
Pág.275: «Pág.238 [...] Id. – Aquí, como en todo el libro, el menos espabilado advierte que sobran líneas, párrafos, páginas enteras; pero la minuciosa descripción de un eructo sofocado de la primera dama toca las alternancias y los mismísimos marsupiales al más paciente de los lectores.»
Pág.281: «Pág.12.- ¿Es o no es el ex-amante? “Por momentos se me parecía a él como una gota de agua”. Extraña gota, se perfila el lector para entrar al quite, que se parece a un ser humano. ¿O será que lo que quiso decir Rosita es que se parecía a él como una gota de agua a otra gota de agua? ¡Escriben tan deprisa estas niñas, apremiadas por el Juancruz de guardia, que no hacen más que meter la pata!”»
Pág.317-318: «Los amantes de la buena literatura no deben perderse (76) la historia del descubrimiento por Lindo de “un líquido más espeso que el pis” ni (77) su aclaradora explicación sobre la diferencia entre los dientes de leche y los dientes definitivos. Mucho menos (77-78), el relato de los sucesos de aquella memorable “mañana en que a Milagros se le metió el pie en la taza del váter del colegio”, cuando ella, nuestra heroína, “ya llevaba dos años con la visita del Nuncio”. Por la excelencia de la forma y la hondura del contenido recuerda a Virgina Wolf.»
Pág.324: «Pág.151.- nueva sorpresa: después de catorce páginas hablando de pollas y de culos, dice de pronto que “siempre he tenido un interés por la mente humana y por la espiritualidad”. Algo que no le impide volver, cinco líneas más adelante, sobre los maridos que la tienen pequeña y sobre el tema de los cuatro minutos sin eyacular; lo que, a su vez, tampoco le impide afirmar que el del tamaño es un tema espinoso sobre el que es mejor no entrar.»
Pág.335: «13 [...] Id. “Se murió en seguida, sin aviso, de golpe, a lo mejor para no despertarme”. Esta frase resulta ridícula. ¿Quién ha conocido a alguien que manda aviso de que se va a morir? Y “en seguida”. En seguida ¿de qué? Marías ignora lo que significa esta locución. En cuanto al presunto chistecito que sin duda es lo de “para no despertarme” podría hacer llorar a una hiena de plástico.»
Pág.338: «39 [...] Id.- “Clara Bayes me veía a contraluz. Con la otra mano fumaba”. En lenguaje de cristianos, esto es decir ni más ni menos que la extraña señora veía al narrador a contraluz con una mano, mientras con la otra fumaba. Por otro lado, la segunda frase de las entrecomilladas debería llevar coma después de “mano”. Es un fallo continuo de este escritor.»
Pág.350: «173. Un personaje que está leyendo pasa las páginas “a su debido tiempo”. ¡Menos mal! Y menos mal que estaba allí Marías para anotarlo.»
Pág.362: «Pág.39.- No tantas llevamos de novela, sino solamente veinticuatro. Aun así, mucho estaba tardando la autora en ofrecer lo que esperan de ella sus devotos editores, lectores y botafumeiros. Aquí, su contundencia empieza a dar signos de vitalidad y -¡por fin!- nos encontramos con “puta”, “mala leche”, “cabrón”, “bragas”, “puta” otra vez, “me cabreé”, “qué cojones” y otros sonoros términos, heraldos tal vez del más encendido léxico que está deseando emplear. Lo malo es que lo pone en boca de la abuela, que ha descrito como muy finolis, aficionada a las misas, las novenas y el rosario vesperal, y en cuyos labios no pegan ni con cuchara de goma. Está claro que la actitud de la anciana ha levantado la veda. De repente, todos los personajes se ponen a decir tacos, venga o no venga a cuento. Es ridículo.»
Pág.375: «Pág. 225.- Un párrafo digno de atención: “Eché a andar despacio por la calle Velázquez, y no la dejé hasta la esquina con Ayala. Entonces torcí a la izquierda, crucé la Castellana, y subí por Marqués de Riscal hasta encontrarme con Santa Engracia. Doblé la esquina, esta vez a la derecha, y seguí andando hasta Iglesia.” Periplo digno, ciertamente, de que lo hubiese narrado Robert Louis Stevenson. A mí, el momento en que atraviesa la Castellana me recuerda las tormentas y consiguientes naufragios en los atolones de La resaca. ¿Y qué decir de cuando se encuentra con Santa Engracia? Sobrecogedor. No me extraña que el concejal de urbanismo le enviara a la autora un plano de Madrid chapado en oro.»
Pág.393: «Pág. 316.- Una de las cosas que Malena tiene que reprocharle a Santiago es que no gritase “¡Hala, Madrid!” mientras se corría.»
Pág.461: «Pág.112.- Las páginas del prestigioso diario La Vanguardia, nos informa Torres, “convenientemente troceadas, servían para envolver toda clase de objetos y para que nos limpiáramos el culo”. Me hubiera dado pena salir a la calle sin enterarme de esto, que, entre otras cosas, me demuestra que Maruja Torres no es Henry Miller. Por otro lado, la confidencia me hace evocalla en el trance y no resulta favorecida. Algo que a ella, seguramente, no le importa. Lo que a ella le importa es que Rosa Mora, en una crítica científica donde las haya y se detectare, la llame “entrañablemente bestia”... por tan pequeña cosa a la postre.»
Ya te digo que este libro no va a ser de los más vendidos el próximo 23 de abril.
ResponderEliminarSe aprende más literatura en una entrada como ésta que en un libro de literatura de bachillerato.
ResponderEliminarEnhorabuena y siga así.
P.D. Encomiable el trabajo que se toma para copiar todos esos textos.
Gracias Corpi, algunos ya están digitalizados, puedes encontrar varios enlaces aquí:
ResponderEliminarhttp://delicious.com/lectoriracundo
Gracias a Garcia Viño por su agudeza critica,su claridad didactica y conceptual, y su acido sentido del humor. Sinceramente gracias a Viño y a las lecturas de libros como " Las Olas" de Woolf, " Sobre heroes y tumbas" de Sabato, " Pedro Paramo" de Rulfo y " Otra vuelta de tuerca" de James, entre otros, mi concepcion del como, por que, y para que de la novela se vio ampliada y profundizada.
ResponderEliminarMuchas Gracias.