domingo, 22 de marzo de 2009

Christiane Rochefort vs. Almudena Grandes.

He aquí una nueva comparación agraviativa, esta vez conformada por fragmentos de las escritoras Christiane Rochefort y Almudena Grandes (la primera, consagrada; la segunda, sedicente).


El reposo del guerrero (Christiane Rochefort). Página 38:

«Inclinado sobre mí, sigue sonriendo: por lo que él sabe, y yo ignoro. Sus ojos me desnudan más que sus manos, descubren la verdad: yo no conozco el placer. Recuerdo mis pobres y escasas aventuras, en las que me creía feliz, en las que nadie disipaba la ilusión; Pierre, la suave tranquilidad dos veces por semana, que yo denominaba ternura. Mi mezquindad; su delicadeza. Renaud no tiene ninguna.

–¿No gozas?

Me sonrojo espantosamente, avergonzada por la tara revelada; vuelvo la cabeza. Se desliza a los pies de la cama, a mis pies. Me resisto, siento vergüenza. No quiero. Firmemente, me fuerza. Las lágrimas de la derrota brotan de mis ojos, y oigo mis gemidos. Cedo. Apenas me ha abandonado, comienzo a sufrir. Le atraigo hacía mí. Le necesito. Estoy perdida. Hará de mí lo que quiera.»


Las edades de Lulú (Almudena Grandes). Página 47 (de 114):

«Pablo se apoderaba de mí, su sexo se convertía en una parte de mi cuerpo, la parte más importante, la única que era capaz de apreciar, entrando en mí, cada vez un poco más adentro, abriéndome y cerrándome en torno suyo al mismo tiempo, taladrándome, notaba su presión contra la nuca, como si mis vísceras se deshicieran a su paso, y todo lo demás se borraba mi cuerpo, y el suyo, y todo lo demás, por eso tardé tanto en identificar el origen de aquellas caricias húmedas que de tanto en tanto me rozaban los muslos como por descuido, contactos breves y levísimos que tras segundos de duda y un instante de estupor me indicaron que Ely seguía allí abajo, clavado de rodillas en el suelo, lamiendo lo que yo no aprovechaba, meneándose aquella pequeña picha suya, tan blanca y tan blanda, mientras yo follaba como una descosida, indiferente a aquel pintoresco animal callejero que, de espaldas a mí, se cebaba en las sobras de mi banquete particular, hasta el punto de que había llegado a olvidar por completo su existencia.»

3 comentarios:

  1. Hola.

    te leo pero no aporto nada, y dudo que pueda aportarlo ahora, jejeje.

    Pero...quien nunca me aportó nada, y menos las Edades de Lulu, fue Almudena Grandes.

    Será que el sexo ya no me interesa? la respuesta a esta pregunta es NO.

    Un abrazo y gracias

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  2. Una comparación demoledora. Se la voy a pasar a una amiga que es admiradora de la Grandes, a ver si abre los ojos...

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