jueves, 27 de agosto de 2009

Funestas consecuencias de las vacaciones veraniegas de Javier Marías.


Un intrépido fotógrafo ha logrado capturar la aciaga instantánea sobre estas líneas: trátase de la primera víctima de las vacaciones veraniegas de Javier Marías. Según parece, el hecho se produjo cuando el citado académico, ataviado cual pastorcillo, comenzó a recitar sus obras en alta voz cerca de la campiña madrileña.

El desdichado miembro de la raza ovina permanece sumido en un coma profundo, del cual congresos de veterinarios no han sido capaces de hurtarlo. Ante la imposibilidad de enviar a Marías a su casa, en múltiples ganaderías se ha optado por acoplar a cada oveja un iPod con audiolibros clásicos, lo que ha provocado que algunos ovinos comiencen a caminar sobre sus dos patas traseras y se encaren con el académico, quien pasea ahora de arbusto en arbusto y vestido de camuflaje.

Seguiremos informando.

lunes, 17 de agosto de 2009

Epigrama al macabeo Arturo Pérez Reverte.

Arturo Pérez Reverte,
macabeo de profesión,
escribe de un modo pedestre
y por ende aburre al lector.

Sus novelas de aventuras
encubren la básica acción
y, tras cuatro falsas bravuras,
su impotencia de escritor.

No describe: enumera;
deshilvana su narrar;
cuenta, mas no novela;
cita en lugar de crear.

Y a la mente del lector
lleva palabras, no escenas;
nombres, no personajes.
¡Qué tostón son sus novelas!

Miente quien dice que venden,
pues no hay nunca cifras sinceras,
pero salen mucho en la tele,
la radio y la prensa cimeras.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Alerta sanitaria: El Timmytrol.

Se ha detectado en las inmediaciones de este blog la presencia de un sujeto deseable en un grado cuasinulo. Según se cuenta, trátase del fruto eclosionado de uno de los ovoides hace un tiempo depuestos por Arturo Pérez Reverte.

El tal sujeto creció en soledad, con la única lectura de una recopilación de columnas de Pérez, la asimilación de cuyo contenido lo convirtió en un ser frívolo, maleducado y sin esperanza, dando como resultado el que su torturada mente se desarrollara en un entorno sin amigos e incluso sin enemigos.

Perdiendo su inocencia durante una partida de futbolín, el monorquídico sujeto acostumbra a proyectar su impotencia espiritual sobre toda entidad que le patentice la inferioridad testicular que lo caracteriza.

Sus tabernarias incursiones consisten en la comunicación de invenciones e incoherencias que son el producto natural de su mente afectada. Devenido en trol, responde al nombre de Timmy, el cual proyecta igualmente en sus adversarios (es decir, en las personas que se sitúan delante de él), tratando así erróneamente de derrotarse a sí mismo, pero incapaz de someter su «lado Pérez», como sí hacen los seres humanos que superan su pubertad y su adolescencia.

El Timmytrol no es peligroso, aunque padece la afección de una potente halitosis.

jueves, 6 de agosto de 2009

Juan Gabriel Vásquez “critica” After Dark, de Haruki Murakami.

Trato esta vez sobre la “crítica” a uno de estos libros ultrapromocionados y bombeados mediáticamente, portada en suplementos dominicales, en revistas sobre lectura, en cilindros de papel para inodoros, etc...

El texto de introducción de esta supuesta crítica aparecida en Babelia el 25 de octubre del 2008, nos cuenta algo del libro y nos habla de unas estúpidas e inventadas sensaciones que él afirma que provoca la lectura de este libro, como si debiéramos sentirlas nosotros al leerlo: “el mismo reloj puntea cada capítulo de After Dark con tanta insistencia [...] que al final uno tiene la tentación de echar mano de un martillo [...] y hacerlo pedazos”; “compartimos con la misma intensidad el alivio de la mañana”.

Los dos primeros párrafos se abren con el nombre de la novela, que debe repetirse a toda costa para promocionarla. El primero suelta una chorruna vacuidad: “a medio camino entre el realismo exacerbado y la fantasía surrealista” y compara la novela a tres películas, comparación que no aporta un nada en absoluto salvo repetir lo que ya se ha dicho: que la novela transcurre a lo largo de una noche.

El segundo nos explica el comienzo de la novela, que cualquier interesado podría leer en cualquier centro comercial.

El largo tercer párrafo nos rollea sobre los personajes y sus circunstancias. No dice si son apropiadas a la narración, creíbles, si están bien narradas, si aquellos están bien construidos o si sus acciones son fundamentadas. Sólo suelta esta gilipuertez: “una razón que [...] es tan ilógica como convincente”; porque, claro, lo ilógico es convincente, sobre todo si uno es cateto. Además, la oración que comienza: “Pronto nos damos cuenta de que la novela bascula”, nos dicta aquello de lo que nosotros, ganado estúpido, debemos darnos cuenta; “¿nos damos?”, TE das cuenta o, en todo caso, quieres hacernos pensar que tenemos que darnos cuenta.

El también largo cuarto párrafo se abre con: “Es evidente que aquí hay algo incompatible con lo natural”, lo que igualmente es aplicable a esta mal llamada crítica. Y contemple el navegante esta chorrez: “novelas cuyos personajes van desesperadamente buscándose a sí mismos en un mundo que no es de fiar”; ¿creerá Vásquez que esto diferencia esta novela de otras? Asimismo nos explica que en el libro se publicitan marcas como “Denny's”, “Starbuck's, “7-Eleven”, “Adidas” y “Red Sox”, pero no aporta un juicio sobre ello, lo que equivale a aceptar esta guarrada publicitaria como normal y aceptable. El riguroso crítico ni siquiera se pregunta si Murakami cobra por estas menciones publicitarias. Finaliza el párrafo una serie de citas textuales para demostrar que los personajes son un montón de subnormales a los que no les gusta su cara o su nombre, lo cual es elevado por el crítico a la categoría de incertidumbre respecto a la propia identidad; vamos, toda una duda existencial que se puede arreglar acudiendo al cirujano plástico o al registro civil.

En el quinto y último párrafo el crítico acrítico cita por última vez el nombre de la novela. El nombre de la obra en cuestión se ha repetido hasta seis veces a lo largo de toda esta supuesta crítica, superando las cuatro menciones que dicta la teoría de la publicidad en un cincuenta por ciento.

El lector se da cuenta de que no ha aportado ni un solo argumento técnico, sino que sólo nos ha contado chorruna y coloquialmente de qué va el libro, su argumento, reduciéndolo (¿o ampliándolo?) a un hatajo de manidos conceptos comunes como la búsqueda de la identidad, lo guays que son las marcas y lo chula que es la noche. Para colmo nos espeta que el libro “no termina, sino que simplemente se detiene, dejando al lector colgado de sus preguntas”, lo cual ya es para tirarle el libro a los dientes. Y no se priva de soltar alguna que otra gilipuertez más:

“¿de dónde sale la fascinación que se siente al final de este libro?”

Precisamente esto deberías haber averiguado y contado en tu supuesta crítica (en verdad, reseña laudatoria o lametón nalgar); ya que, no haciéndolo, tu impresión poco puede aportarnos, al no saber nosotros si eres el tipo de persona que, tras cada evacuación matutina, se yergue de la taza, da media vuelta y siente una increíble fascinación que, ¡oh, maravilla!, no sabe de donde ha salido.

“¿Cómo hace Murakami para ser al mismo tiempo cinematográfico y literario, inocente y entendido, metafísico y casual?”

Afirmación que, como ni siquiera has intentado demostrar, teniendo la oportunidad para ello, supondremos que es falsa. En un muy hipotético caso de que no lo fuera, posiblemente tu dios japonés lo hiciera a través de varios tipos de técnicas, de una manera de narrar y describir, de aludir a elementos que no mencionaría y un corto o largo etcétera. Lo de metafísico y casual te lo voy a perdonar.

“¿De dónde saca el talento?”

Evidentemente, de tu sueldo.