El curioso comienzo (página 9):
“No sé cuál es el criterio que los lleva a ustedes a admitir en el seno de su digna institución a algunos novelistas. En realidad se me hace difícil entender que admitan
a cualquier novelista, es decir, a novelista alguno, ya que, si la contemplamos desde un punto de vista adulto y mínimamente serio, nuestra labor es bastante pueril.”
Me permito sugerir algunos criterios: ser un escritor mediático, publicar en Alfaguara-PRISA, ser amigo (o hijo) de otro académico.
Ibídem: “Pero nuestra labor no solamente es pueril, sino absurda, una especie de trampantojo, un embeleco, una ilusión, una entelequia y una pompa de jabón (curioso remate). En el fondo esté destinada al fracaso (y si no que se lo digan a Coetzee) y además es casi imposible.”
Página 11: “Las más de las veces decimos sin saber lo que decimos”. Habla del origen y la estructura de determinadas expresiones, pero es igualmente aplicable a su obra. Continua citando a Ortega y Gasset y, en páginas sucesivas (13-15), para explicar que no todo tiene su equivalencia en las diversas lenguas, Marías pone el ejemplo del sol, la luna y la muerte, que cambian de género, pero sí que tienen equivalencia. Pues podía haber puesto un ejemplo que no la tuviera, que los hay y él los conoce.