lunes, 30 de marzo de 2009
La gran estafa. Alfaguara, Planeta y la novela basura (Manuel García Viñó, VOSA).
domingo, 22 de marzo de 2009
Christiane Rochefort vs. Almudena Grandes.
He aquí una nueva comparación agraviativa, esta vez conformada por fragmentos de las escritoras Christiane Rochefort y Almudena Grandes (la primera, consagrada; la segunda, sedicente).
«Inclinado sobre mí, sigue sonriendo: por lo que él sabe, y yo ignoro. Sus ojos me desnudan más que sus manos, descubren la verdad: yo no conozco el placer. Recuerdo mis pobres y escasas aventuras, en las que me creía feliz, en las que nadie disipaba la ilusión; Pierre, la suave tranquilidad dos veces por semana, que yo denominaba ternura. Mi mezquindad; su delicadeza. Renaud no tiene ninguna.
–¿No gozas?
Me sonrojo espantosamente, avergonzada por la tara revelada; vuelvo la cabeza. Se desliza a los pies de la cama, a mis pies. Me resisto, siento vergüenza. No quiero. Firmemente, me fuerza. Las lágrimas de la derrota brotan de mis ojos, y oigo mis gemidos. Cedo. Apenas me ha abandonado, comienzo a sufrir. Le atraigo hacía mí. Le necesito. Estoy perdida. Hará de mí lo que quiera.»
«Pablo se apoderaba de mí, su sexo se convertía en una parte de mi cuerpo, la parte más importante, la única que era capaz de apreciar, entrando en mí, cada vez un poco más adentro, abriéndome y cerrándome en torno suyo al mismo tiempo, taladrándome, notaba su presión contra la nuca, como si mis vísceras se deshicieran a su paso, y todo lo demás se borraba mi cuerpo, y el suyo, y todo lo demás, por eso tardé tanto en identificar el origen de aquellas caricias húmedas que de tanto en tanto me rozaban los muslos como por descuido, contactos breves y levísimos que tras segundos de duda y un instante de estupor me indicaron que Ely seguía allí abajo, clavado de rodillas en el suelo, lamiendo lo que yo no aprovechaba, meneándose aquella pequeña picha suya, tan blanca y tan blanda, mientras yo follaba como una descosida, indiferente a aquel pintoresco animal callejero que, de espaldas a mí, se cebaba en las sobras de mi banquete particular, hasta el punto de que había llegado a olvidar por completo su existencia.»
jueves, 12 de marzo de 2009
Fragmentos de Soldados de Salamina (Javier Cercas, Tusquets).
En ciertas páginas de Soldados de Salamina, de Javier Cercas, obra que, según dicen, no es nada parecida a Estrella Distante de Roberto Bolaño, se encuentran estas oraciones, fragmentos de diálogos, de cuya pertinencia en la narración estoy seguro que el lector podrá darse cuenta cabal:
«—Tiene miga —comentó en efecto Conchi, con un rictus de asco—. ¡Mira que ponerse a escribir sobre un facha, con la cantidad de buenísimos escritores rojos que debe de haber por ahí! García Lorca, por ejemplo. Era rojo, ¿no? Uyyyy —dijo sin esperar respuesta, metiendo la mano por debajo de la mesa: alarmado, levanté el mantel y miré—. Chico, qué manera de picarme el chocho.
—Conchi —le recriminé en un susurro, incorporándome rápidamente y esforzándome en sonreír mientras espiaba de reojo las mesas de al lado—, te agradecería que por lo menos cuando salgas conmigo te pongas bragas.
—¡Menudo carrozón estás hecho! —dijo con su sonrisa más cariñosa, pero sin sacar a flote la mano sumergida: en ese momento noté los dedos de sus pies subiéndome por la pantorrilla—. ¿No ves que así es más sexy? Bueno, ¿cuándo empezamos?
—Te he dicho mil veces que no me gusta hacerlo en los lavabos públicos.
—No me refiero a eso, capullo. Me refiero a cuándo empezamos el libro.»
«—¡Que nos va a salir un libro que te cagas!
Hicimos chocar los vasos, y por un momento sentí la tentación de alargar el pie y comprobar si se había puesto bragas; por un momento pensé que estaba enamorado de Conchi.»
martes, 3 de marzo de 2009
El secreto talento de Pérez Reverte.
Vuelvo sobre esta entrevista, porque abundaba en mayor cantidad de material del que había creído en un principio: