Leyendo esta columna de Arturo Pérez Reverte, académico del insulto y famoso escritor mediático, podemos encontrar, entre abundantes barbaridades, la siguiente:
“les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana –que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural–”
Como es lógico, no debemos caer en la denigración del autor, ni calificarlo de demagogo, sino valorar la defensa y amparo que en él se hace de la pena de muerte, en este caso mediante el humano método del ahorcamiento (quizá el que, debido a su cualidad pública, resulta más edificante para el ser humano).
Porque, seamos francos: hablando de la educación de nuestros jóvenes, ¿qué mayor ejemplo cabría haber dado que sugerir el retorno a tan vetusta costumbre?
Estamos contigo, Pérez.
Pero a distancia.
Suspirar por infligir una muerte violenta ¡oh!
ResponderEliminarEso es muy macho.
Algún día habrá que estudiar el complejo de este hombre con su masculinidad, porque es algo inherente a su obra.
Iracundo, el enlace no lleva a la columna en sí, sino a la biografía de Pérez-Reverte.
ResponderEliminarIracundo: desde mi más total admiración por tu labor desearía señalarte una cosa en común -quizá la única- que tenéis ambos, el iracundo lector y el iracundo escritor que citas. Tú y él quedaríais empates en una partida de iracundia. Por cierto, ¿has visto esta maravillosa semblanza?:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=Ao4A2fC0f5s
Anómimo 1: ¿obra?
ResponderEliminarOzanu: Ya está arreglado el enlace.
ResponderEliminarAlonso: No te creas, lo de Pérez tiene mucho de pose. Seguro que levanta el meñique cuando bebe té.
Iracundo: que Pérez-Reverte es un niño bien, un pijo, es algo que no se me ha escapado en la vida. Y yo soy de los que lo conoció en Radio Nacional de España, haciendo "La ley de la calle". Leído y culto, sí; pijo, a morir. Sus palabras son palabras de señorito, y no se lo remedia ni Dios.
ResponderEliminarJavier Ortiz decía de él que su rasgo más notable era la vanidad. A mi me produjo sonrojo la densidad de tacos de sus columnas, por otro lado tan inermes y repletas de manoseados tópicos y de viriloides españoladas.
ResponderEliminarPuedo estar de acuerdo en lo referente a la vanidad del personaje, lo que no quita para declararme un ferviente admirador de muchos de sus libros. Pero creo que en lo referente a este asunto, patinais un poco. Hay que darle una oportunidad a la metáfora, aunque ésta sea tan macabra y sarcástica como la que es habitual en Pérez.
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