lunes, 20 de diciembre de 2010

Rosa Montero, alpinista de La montaña mágica.

El problema de Bobelia, El País de los culos y el Grupo PRISA es que, en lo literario, se dedican a crear equipos de baloncesto compuestos por enanos de medio metro. Luego, claro, el juego consiste en dejarse meter canastas. ¿Cómo ganar si no?

Ahora bajan un peldaño más, situando mentalidades cuadrúpedas a comentar obras de autores alados. Es el caso de Rosa Montero, alpinista de La montaña mágica, que nos muestra su inteligencia en lo que a lectura se refiere:

Leyendo «a estas alturas de mi vida, podría haber confeccionado una pequeña pero apañada biblioteca compuesta por todos los fragmentos de libros que me fui saltando mientras leía», el lector piensa ¿es posible que esta presunta escritora se esté jactando de las páginas que no ha logrado leerse?, ¿igualito que un equipo de fútbol que presume de los que equipos contra los que no ha querido jugar?

«En toda novela sobran cosas» es una generalización absurda y tontícola.

Con «y, por lo general, cuanto más gordo es el libro, más páginas habría que tirar» nos descubre Rosita cómo ella piensa que, a más páginas, mayor relleno, sin caer en la cuenta de que bien puede ser a la inversa. ¿O es que cuanto más largas son sus nivolas, más relleno inútil mete? Puede ser, pero ello no le autoriza a generalizar.

Continúa: «esto es especialmente verdad respecto a los clásicos», ¡qué lista es Rosita!, ¡ella se quiere librar! ¡Y también a sus amiguitos! Pero el lector no la cree: es hoy en día cuando más relleno traen los libros. Rosita lo sabe muy bien y se defiende con esta puerilidad. ¡Que no cuela, mujer! ¡Qué se te ve el plumero por ponértelo de penacho!

Cuando el lector lee que a La montaña mágica «le sobran varias decenas», acude pronto al teléfono para dar parte al comité del Premio Nobel, para que se lo retiren rápido a Thomas Mann y se lo den a Rosita Montero.

Rosita nos va explicando cual es su problema: «Dentro del libro hay una parte que podríamos calificar de novela de ideas». ¡Haber empezado por ahí! Lo que había que hacer era cambiar estas malvadas ideas, que hacen pensar, por gilipuerteces fáciles de leer y que no molesten a los catetos.

Sigue protestando: «grandes discursos que los autores meten de contrabando». Rosita, bonita, ¿qué pelotas te crees que es lo que hacéis hoy tú, Javier Marías, Arturo Pérez Reverte y toda esa caterva con la que el Grupo PRISA nos está tocando los ovales?

Rosita culmina sus enseñanzas con: «hay que leer La montaña mágica y saltarse sin complejo de culpa todas las páginas que te parezcan muertas. O ignorar las tediosas novelitas pastoriles de la primera parte del Quijote. O pasar a toda prisa las aburridas y meticulosas descripciones de ballenas que incluye Moby Dick».

Resulta bastante patético y tontiprogre que Rosita Montero haya caído tan bajo como para recomendar a los lectores saltarse cualquier página que les ofrezca una mínima dificultad, acto que sólo un cateto cometería. Seguro que piensa que leerse un libro al completo es de fundamentalistas de la cultura.

No es más que un nuevo paso en la apología de la subnormalidad que los escritores progres llevan a cabo para educar ciudadanos lo más tontos posible. Probablemente saben lo que sucede cuando estos ciudadanos se culturizan: que dejan de ser clientes suyos.

Imagine el navegante a Rosa Montero tomando parte en una carrera de Formula 1 y atravesando continuamente la pista por la mitad para coger un atajo. A continuación se baja tras la línea de meta, se quita el casco y da saltos de alegría:
-¡He ganado! ¡He ganado! ¡Soy más rápida que el rayo!
Es entonces cuando es atropellada en veinte ocasiones, y sin tocar el suelo, por quienes sí están participando en la carrera.

7 comentarios:

  1. Ya me maliciaba yo, que Dª Rosa leía a trompicones e incluso que entendía a días alternos

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  2. Anacoluto no.1: "hay que leer La montaña mágica y saltarse sin complejo de culpa todas las páginas que te parezcan muertas"; para que una página nos parezca muerta hay que léersela, por lo que ya no puede uno, en rigor, saltársela.

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  3. Pues a mí no me parece para tanto. La idea de que el lector tiene el derecho de saltarse las hojas que le vengan en gana no es, en absoluto, suya. Daniel Pennac la incluyó en su decálogo de derechos del lector hace años:

    http://elcanonliterario.com/index.php?option=com_content&view=section&layout=blog&id=20&Itemid=71

    Eso sí, habría que advertir que ese derecho conlleva para el lector la responsabilidad exclusiva de entender la obra aunque se salte partes, ¡claro!

    Por cierto, me pregunto qué hizo Rosa Montero cuando leyó, por ejemplo, El árbol de la ciencia. El protagonista y su tío se pasan discutiendo durante toda una parte y capítulos de otras de filosofía.

    Además, creo que has sido poco crítico con su interpretación de por qué la gente no lee clásicos, totalmente incorrecta. No es que se respeten demasiado, es justo al revés: el hombre moderno tiene la idea de que identificarse con un personaje significa que el personaje sea un calco de él mismo. No hay más que ver esas producciones "históricas" que nos presentan a tipos de ahora con trajes antiguos, como en los carnavales. Leer un clásico supone sumergirse en su época y para mucha gente es difícil, porque supone luchar tanto contra ese ombliguismo* del hombre actual como con la incultura.

    * Un conocido de la red lo resume así: "La gente olvida que los niños nacen igual de gilipollas ahora que hace cien años.".

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  4. Como bien dices, el que ella lo haga -el rellenar a destajo para que el libro tenga muchas páginas y sea más caro- no le da derecho a pontificar que los clásicos u otros grandes escritores también lo hacían.
    Y puestos, en todo caso, a que me metan relleno, prefieron la exposición de una idea o de una teoría que no una digresión de 20 páginas sobre cómo se fabrican velas, se lustran zapatos o se fabrican yogures

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  5. Pues, la verdad: Yo, en mi lejana juventud, me pasé miles de horas leyendo a JULIO VERNE (¡ojo!, sin saltarme una sola página). Me he cepillado LA MONTAÑA MAGICA no menos tres veces (¡ojo!, sin saltarme una sola página). No puedo hacerme conciencia de las veces que he leído y releído tanto LA BIBLIA como EL QUIJOTE (¡0jo!, sin saltarme una sola página). Lamento de veras no estar en la cuerda de la ROSA.

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  6. Grande.
    Ya me tenía a mí pinta la Rosa Montero de no leer mucho...

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