domingo, 17 de agosto de 2008

Ernest Hemingway vs. Javier Marías.

He aquí dos fragmentos mediante los cuales el premio Nobel estadounidense y el supremo estilista español narran un acto sexual. Busque el lector, si gusta, las diferencias.


Por quien doblan las campanas (Ernest Heminway).

Capítulo 13. Pág.114.


“Y hubo entonces el olor de la jara aplastada y la aspereza de los tallos quebrados debajo de la cabeza de María, y el sol brillando en sus ojos entornados. Toda su vida recordaría él la curva de su cuello, con la cabeza hundida entre las hierbas, y sus labios, que apenas se movían, y el temblor de sus pestañas, con los ojos cerrados al sol y al mundo. Y para ella todo fue rojo naranja, rojo dorado, con el sol que le daba en los ojos; y todo, la plenitud, la posesión, la entrega, se tiñó de ese color con una intensidad cegadora. Para él fue un sendero oscuro que no llevaba a ninguna parte, y seguía avanzando sin llevar a ninguna parte, y seguía avanzando más sin llevar a ninguna parte, hacia un sin fin, hacia una nada sin fin, con los codos hundidos en la tierra, hacia la oscuridad sin fin, hacia la nada sin fin, suspendido en el tiempo, avanzando sin saber hacia dónde, una y otra vez, hacia la nada siempre, para volver otra vez a nacer, hacia la nada, hacia la oscuridad, avanzando siempre hasta más allá de lo soportable y ascendiendo hacia arriba, hacia lo alto, cada vez más alto, hacia la nada. Hasta que, de repente, la nada desapareció y el tiempo se quedó inmóvil, se encontraron los dos allí, suspendidos en el tiempo, y sintió que la tierra se movía y se alejaba bajo ellos.”



Todas las almas (Javier Marías).

Págs.145-147. (Continúa en 148-149).


“‘Tengo la polla dentro de su boca’, pensé al tenerla, y lo pensé con estas palabras, pues sólo esas palabras vienen cuando se pone en palabras o en pensamientos lo que se está haciendo con lo que denominan (cuando lo que denominan está actuando), más aún si no se conoce apenas el otro cuerpo y sobre todo si las palabras hacen referencia a las partes del cuerpo propio y no a las del otro, con las que siempre se es más respetuoso y para las que sí se buscan y emplean los eufemismos y las metáforas y los términos neutros. ‘Tengo la polla en su boca’, pensé, ‘y no es como otras veces, como tantas veces desde hace mucho tiempo. La boca de Muriel es succionadora, como noté desde el primer momento, desde que la besé, pero no es tan espaciosa y líquida como la de Clare Bayes. Le falta saliva y le falta sitio. Sus labios son bonitos, pero un poco finos, y están parados; o, más que parados (que no lo están pues noto mucho su movimiento), carecen de flexibilidad, son rígidos. (Son como cintas tensadas.) Mientras tengo la polla en su boca veo sus pechos, son blancos y grandes y de pezón muy oscuro, a diferencia de los de Clare Bayes, que combinan sus dos colores sin estridencias, como la transición del color del albaricoque al de la avellana. Noto en mis muslos (que los aprietan un poco, sin hacerle daño) la contextura de estos pechos blancos, y aunque esta chica es muy joven, la constitución es blanda, como de plastilina nueva y aún no amasada ni endurecida por el uso y las huellas del niño que juega con ella. Yo jugué mucho con plastilina, pero ignoro si el niño Eric jugará con ella. Que tenga la polla en la boca de Muriel es incomprensible (quién lo hubiera dicho hace sólo tres horas, cuando yo hacía tiempo para salir de aquí y me afeitaba vigilando la luz de la tarde y tal vez ella se pintaba los labios en el espejo del cuarto de baño de su casa o granja de Wychwood Forest pensando en un desconocido: los labios tan despintados ahora). Mucho más incomprensible que ir a tenerla, como la tendré muy pronto, metida en su sexo, pues en su sexo –es de esperar- no habrá habido nada durante las últimas horas, mientras que en su boca ha habido chicle y ginebra y tónica y hielo, y humo de cigarrillos, y cacahuetes, y mi lengua, y risa, y también palabras que yo no he escuchado. (La boca está siempre llena y es la abundancia.) Ahora no bebe ni fuma ni mastica ni ríe ni dice nada, porque tiene mi polla en la boca y está distraída, y sólo eso cabe. Yo tampoco hablo, pero no estoy distraído, sino que estoy pensando.’

Y luego, un poco más tarde, todavía arriba, en el piso tercero de mi casa piramidal, aún desnudo en mi cama, volví a pensar y pensé esto: ‘Con ella no echo en falta lo que siempre echo en falta cuando me acuesto con Clare, a saber: que la polla tenga ojo, que tenga visión y tenga mirada, que pueda ver a la vez que se acerca o entra o ha entrado en su sexo.”

5 comentarios:

  1. Las comparaciones son odiosas, quod erat demostrandum....

    ResponderEliminar
  2. Creo que no hace falta acudir a comparaciones entre escritores de estilos tan distintos;si te gusta mas uno es meramente subjetivo, lo cierto es que para el contexto de ambas narraciones la forma en que describen el acto sexual es la más apropiada para lo que quieren expresar.

    ResponderEliminar
  3. ¡Las comparaciones entre escritores son obligatorias! Claro que hay quien no desea comparar a Javier Marías con escritores, lo cual resulta comprensible.

    Sí, Hemingway escribe de un modo apropiado al contexto.

    Pero chorradas propias de Javier Marías como “Tengo la polla en su boca”, “ es succionadora”, “Yo jugué mucho con plastilina”, “Que tenga la polla en la boca de Muriel es incomprensible”, “porque tiene mi polla en la boca [...] y sólo eso cabe”, “siempre echo en falta [...] que la polla tenga ojo” resultarían ridículas incluso en una película porno.

    ResponderEliminar
  4. "no es tan espaciosa y líquida como la de Clare Bayes. Le falta saliva y le falta sitio." Sic.

    Contagiado del lirismo de la situación, no puedo evitar constatar que a diferencia de Marías, Hemingway puede decirte que el tipo se corre. Marías lo omite... por el bien de nuestra salud mental.

    ResponderEliminar
  5. Dios mío, que prosa más enrevesada y poco ágil. ¿Y todos esos paréntesis? A lo mejor pretende llamarlos "recursos estilísticos". Qué horror.

    ResponderEliminar

Comentar: