En una entrevista prenavideña y promocional (porque hay que vender a los autores de la casa, vamos), Arturo Pérez-Reverte, trabajador de PRISA, dijo:
P. Un día de cólera se puede leer como un parte de bajas. Esa obsesiva y recurrente enumeración de las víctimas, todos esos nombres de los participantes, párrafos enteros. ¿No teme que puedan hacer engorrosa la lectura?
R. Era fundamental lo de los nombres. Estoy hablando de personas, del albañil, la pescadera, el picador, gente concreta, gente de verdad, seres humanos. Eso no puede hacerse de forma anónima. El lector tiene que reconocerlos. Además, es un recurso clásico, a la manera homérica. La Ilíada, salvando las distancias, está llena de nombres y genealogías. No escatimo esa reiteración. Los personajes del Dos de Mayo no son abstracciones patrióticas. Tengo las listas y las uso.
P. Y si al lector le corta...
R. Que se fastidie. El libro lo requería. Creo que ese uso de los nombres aporta más de lo que pueda entorpecer. Tras la lectura, no te queda un concepto abstracto como el pueblo de Madrid, sino nombres, personas. De todas formas, ojo, eso de los nombres es algo que dosifico y sitúo estratégicamente en la narración.
P. Hace constar las profesiones de los que cita, y las edades, que sirven para ver que en la calle había hasta niños y ancianos.
R. Sin esos datos no se entiende el Dos de Mayo, sin ellos nos manipulan, te llevan al huerto los políticos y los hijos de la gran puta, ponlo así, por favor.
La primera negrita añade poco a la justificación de un recurso literario, más bien parece contradecir lo que ha argumentado previamente.
La segunda está completamente fuera de lugar.
La tercera es un desvarío: ¡nos manipulan!, ¡nos llevan al huerto!, ¡hijos de la gran puta! (psst, apunta el taco que es importante).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentar: